A veces el Vagabundo se echaba a dormir y soñaba que caía tanta nieve que tapaba las montañas y caminaba sobre una llanura infinita. Cuando se despertaba, la nieve lo había cubierto, pero las montañas seguían ahí.
A veces se cernía la noche, y el Vagabundo iba a tientas, sabiendo su destino aún menos que por el día.
A veces se daba cuenta de la evidencia, que aquellos parajes helados no lo mataban de frío.
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