domingo, 13 de diciembre de 2009

XV

El Vagabundo vagabundeaba. Contemplaba los paisajes y se frotaba los ojos porque le parecía que algunos le eran familiares.

¿Habré pasado por aquí antes? se preguntó. La respuesta apareció ante si cuando a distancia de él vio el Árbol de Piedra. Camino hacia él y se situó bajo su copa.

El Árbol le habló: ¿Qué, te has cansado de viajar?

No, mis pasos me trajeron aquí, contestó el Vagabundo. ¿Has encontrado muchas cosas? En realidad, no he encontrado nada, respondió de nuevo el Vagabundo. Mientes, seguro, apostó el Árbol.

Quizá, ¿qué más da? Aquí he vuelto, con el mismo equipaje, y puesto que he vuelto, a ningun lugar he llegado. Sólo he vuelto. El Vagabundo se sentó al pie del Árbol.

El Árbol resopló: No tienes remedio, deberías ser Árbol de Piedra. ¿Cómo es ser Árbol? preguntó el Vagabundo. Ser Árbol es muy tranquilo y muy quieto, nunca andas, ni matas, amas tu tierra porque te sustenta y nunca la destrozas y además mueres de pie. Debe ser muy aburrido, dijo el Vagabundo. Yo me aburriría si después de tanto caminar no encontrara nada, me quedo con mis Hojas de Piedra y mis montes lejanos, aseguró el Árbol.

¿Cómo es ser de Piedra? Es muy duro, respondió el Árbol, así nadie te mata, pero tampoco mueres nunca.

Vaya, dijo el Vagabundo, sino te importa me volveré a recostar sobre tus raices hasta que un día tal vez vuelva a despertar. Espera, dijo el Árbol apremiante, si te fijas de lo lejos viene una mujer serena, habla con ella.

viernes, 11 de diciembre de 2009

XIV

El Vagabundo llegó a una roca donde estaba sentada la Madre, adulta, bella, grácil y serena, el cabello negro cayéndole en cascadas onduladas, los ojos castaños erizados de amor. La Madre lo llamó, ven mi dulce Hijo, le decía, yo te arroparé. El Vagabundo se echó sobre su regazo.

Se despertó con un crujido, levantó su cabeza y contempló a la Madre. Los ojos de la Madre tenían la mirada, su piel parecía porcelana. El estómago fue lo que primero se quebró, por el peso del Vagabundo, y el resto de la porcelana se desmoronó. Dentro de ella sólo había polvo y algunos fragmentos de cerámica blanca observandolo como ojos y otros sonriendole como labios.