miércoles, 21 de abril de 2010

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XVI

Pero el Vagabundo no aguardó a la llegada, y antes que la mujer llegara, se apoyó en el Árbol y comenzó a dormir muy profundamente. Desde entonces no fue Vagabundo, sino Soñador, y la mujer, la Emperatriz, se quedó allí, deseosa de decirle tantas cosas, que de lejos había venido para hablar con él, acariciándole los cabellos, llorando y reprochándole en silencio.