viernes, 13 de noviembre de 2009

II

Llevaba rato caminando por la llanura helada. Comenzó a ver a lo lejos un punto negro que conforme se acercaba cambiaba. Luego fue convirtiendose en la forma de una persona de quien emanaban todos los colores en alegre festival. Finalmente se encontró con una mujer, el pelo teñido de seis llamativos colores (todos los que en el arcoiris se encuentran menos el azul), el cuerpo ceñido en un elegante y escotado vestido negro, el blanco de la piel como el márfil, y los ojos enmarcados en máscaras negras. ¿Eres la Emperatriz de los Reinos Helados?, preguntó el Vagabundo. No, contestó ella.

"¿Quién es la Emperatriz de los Reinos Helados?", se dijo él.

Ella lo miró con arrogancia. ¿Quién eres? Puedes llamarme Belleza, Eternidad, respondió la mujer. ¿Y por qué vistes así? Para irradiarme hasta en la lejanía de este páramo blanco, para que mis colores abriguen y se cuenten en los cuentos, ¿no te parezco, elegante, memorable?. Sin duda, tu virtud es deseable, concédeme tu compañía y tu cuerpo, y así podríamos hacer un camino más ameno.

Y de repente, sus colores cayeron como una capa de mala pintura, desvanecidos en un golpe de viento violento. ¿Me recordarás?, preguntó ella. Claro que sí. Pero no sé quién eres, podrías robarme el vestido mientras estoy dormida y dejarme morir al cruel clima. No haría yo eso nunca. No estoy segura, aquellos paisajes que allí ves fluctuan al ritmo del paso, igual que la pasión caprichosa.

El Vagabundo corrió a consolarla, mientras le acariciaba el admirable cabello arcoiris, y Belleza, o Eternidad se derrumbó sobre sus rodillas, llorando, atrapada por una pena inconsolable. Pasó así largo rato hasta que se cansó y se alejó de ella, listo para irse. Ella lo llamó de nuevo, ¡no te vayas! ¡Yo te quiero! ¡Te mentí! ¡No me llamo Belleza, ni Eternidad! ¡Me llamo Olvido!

Pero en la lejanía sólo se veía como un punto negro.

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